Editorial | Ésta enferma adicción a los golpes.

En tiempos donde los niños, niñas y adultos gritan y piden paz en el mundo, otros, los adultos, los marginales, los pobres de mente, seres con trastornos criminales envalentonan consignas de guerra y masacres contra su propia gente -tratando de repetir la historia de hace 52 años- el terrorismo de Estado y “ajusticiamiento” contra sus vecinos, contra sus familias, contra los amigos y del que piense distinto. Hoy se repite esa conducta indigna lanzada en tiempos de la guerra fría.
¿Qué los lleva a pensar eso?
Primero la ignorancia, apegada de temores personales -a perderlo todo- seguido de ambiciones ideológicas, básicamente, temor sentirse débiles.
Con tanques y metralla pretenden masacrar mentalidades distintas, empuñando y empujando al conscripto, al hijo del temporero/a, del campesino, del obrero, o el hijo del dueño del almacén, son ellos “son la carne de cañón”. Claro porque los hijos de los poderosos y millonarios no pisan los regimientos.
-El patrón no va a entregar a su hijo para una experiencia traumatizante de torturar y desaparecer personas, así como en ningún caso mancharán sus manos con sangre, pues, piden que otros hagan la “pega sucia”.
La idea de un golpe de Estado como salvación surge en un contexto de profunda crisis política, social o económica, donde la población percibe una falta de gobernabilidad y soluciones efectivas por parte de las autoridades legítimas.
El deseo de orden, seguridad y una solución rápida a los problemas puede llevar a que algunas personas vean en el derrocamiento del gobierno un camino para superar la situación, incluso si este implica la instauración de un régimen autoritario.
En este texto citamos al licenciado en literatura Ricardo Brodsky. “La democracia solo se puede salvar con mejor política y respetando a la democracia”.
En Chile, se estima que hay 1.092 personas detenidas desaparecidas, cuyos destinos finales aún se desconocen, resultado de la dictadura militar de Augusto Pinochet. Además, hubo otras 377 víctimas ejecutadas durante la dictadura, cuyos cuerpos no fueron entregados a sus familiares.
En total, 1.469 personas fueron víctimas de desaparición forzada durante ese período. De estas, 1.092 son consideradas detenidas desaparecidas, y las 377 restantes fueron ejecutadas pero no se entregaron sus cuerpos.
Estas cifras provienen de diversas investigaciones y comisiones establecidas para investigar las violaciones de derechos humanos durante la dictadura. El trabajo de recuperación de la memoria y la búsqueda de la verdad sobre estos casos continúa siendo una prioridad en Chile.
¿Entonces porque seguimos dando espacio y voz a esa minoría? Es tarea de todos educar y condenar a viva voz estos actos retrógrados e inhumanos. Ésta enferma adicción a los golpes debe terminar. @PiensaPrensa